La cuota de mercado de Linux en escritorios informáticos no alcanza el 2 por ciento del mercado, mientras que Windows supera el 90 por ciento de cuota de uso.
Linux arrasa en sectores como la supercomputación, supera el 80 por ciento de cuota en telefonía móvil y tiene una gran presencia en servidores y sistemas embebidos. Sin embargo, el segmento de ordenadores personales se le resiste.
Se han publicado sesudos análisis sobre las causas y hoy te traemos otra a través de un estudio de la Universidad de Oslo titulado “Piratería de software y adopción de Linux”.
La Universidad utiliza los datos oficiales de BSA (Business Software Alliance) recogidos desde 2012 en 104 países. Dependiendo del país y en el nivel de desarrollo, la tasa de piratería de software varía entre el 40% y el 90%.
Las conclusión principal del estudio dice que, si quitamos de la ecuación la piratería de software (es decir, si hubiera que pagar por Windows) la cuota de mercado de Linux en escritorios informáticos estaría situada entre el 20 y el 40 por ciento.
Ciertamente, Windows es una de las aplicaciones más pirateadas del planeta. El hack es sencillo y está disponible para todos los sistemas operativos desde su lanzamiento. Desde hace años se ha señalado que Microsoft permite una “piratería controlada” a nivel de consumo. En esencia, una estrategia pragmática: es preferible que un usuario use un Windows pirata que no otro sistema operativo alternativo.
Los datos matemáticos teniendo en cuenta la piratería de software pueden ofrecer las conclusiones que dicen los de Oslo, pero la realidad es mucho más compleja. El dominio del canal de Microsoft es apabullante, pocas máquinas OEM se venden sin Windows pre-instalado, su soporte de terceros es completísimo y la cantidad de aplicaciones y juegos altísima. Y Windows 10 ya es gratuito…
En resumen, que la piratería de Windows aunque existe no explica porqué un usuario no usa Linux cuando el sistema libre está disponible gratuitamente. El tema da para mucho debate ¿Cuál es tu opinión?
Más información | Estudio de la Universidad de Oslo
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